miércoles, 11 de junio de 2008

Jorge, te quiero mucho

Primero me voy a presentar; me llamo Marga y os voy a contar lo que me ocurrió en un periodo de mi vida.
Todo empezó un mes de agosto en el que yo empezaba a salir con un chico llamado Jorge. Era un chico muy simpático, me quería mucho y yo a él también. Jorge me quería tal y como era y a veces yo creía que estaba loco, pero después me daba cuenta de que lo hacía porque me quería de verdad.
Duramos mucho tiempo y viví muchas cosas que no voy a volver a vivir por nadie. Me enseñó muchas cosas y la verdad es que aprendí mucho y él yo creo que también aprendió de mí.
Nuestra relación se acabó después de diez meses, pero se acabó muy bien; bueno al menos eso pensábamos nosotros, pero para el resto de las personas era algo extraño, aunque, la verdad, nos daba igual. Habíamos quedado como amigos, era lo mejor de todo porque nos teníamos una confianza muy grande, nos lo contábamos todo, pasábamos muchas horas juntos e incluso de vez en cuando nos hacíamos enfadar uno al otro.
Un día me empezó a gustar otro chico, pero no le quería decir nada porque yo tenía la impresión de que le estaba poniendo los cuernos a Jorge; pero lo hablé con él y me dijo que no pasaba nada, que teníamos que seguir con nuestras vidas y dejar nuestra relación amorosa atrás y tenerla sólo como un recuerdo. Le hice caso y pocos días después estaba saliendo con un chico que se llamaba Mario.
Pocos días después de empezar con Mario, me vino Jorge y me dijo que él también estaba saliendo con una chica a la que yo no le tenía mucho aprecio, pero como Jorge era feliz no le quise decir nada y dejar que su relación fuera adelante igual que la de Mario y yo.
Con Mario fue una relación extraña. A ver, yo le quería y mucho, pero él no me trataba como lo hacía Jorge; pero es que no era por compararles, sólo que estaba acostumbrada a eso y tenía que empezar a acostumbrarme a la nueva historia. Pero aun así acabamos pronto, duramos unos cuatro meses más o menos, no me acuerdo bien.
Jorge y su novia duraron un tiempo más y, como yo conocía a su novia, Jorge me pedía consejos, como, por ejemplo qué regalarle que le gustara, qué pelis le gustaban más… Pero tampoco duraron mucho. Un día que estaba por la calle me lo encontré muy triste así que decidí preguntarle qué le pasaba y me dijo que lo había dejado con la novia porque ella le había puesto los cuernos.
Así que todo volvió a ser como antes; bueno sólo la amistad que teníamos, que era algo muy especial. Yo ahora el único problema que tenía era que me había vuelto a enamorar de Jorge y seguí también un poco enamorada de Mario, así que no sabía qué hacer.
Decidí volver a salir con Jorge para ver si me olvidaba de Mario y la verdad es que poco a poco fue pasando. Jorge al principio no me dio una respuesta, pero unos días después me dijo que sí.
Una tarde estábamos en un parque Jorge y yo y apareció Mario de golpe, diciendo que yo le pertenecía y que no era de nadie más, así que sacó una navaja y se la clavó a Jorge. Lo dejó medio moribundo en el suelo, sin que yo pudiera hacer nada, sólo una cosa: llamar a una ambulancia. Mario, cuando vio que yo pasaba de él y que estaba con Jorge, quiso ayudarme y yo le dije que por su culpa Jorge estaba en el suelo. Mario, al oírme decir eso, salió corriendo y se perdió de golpe.
A mí eso me dio igual; yo sólo estaba pendiente de Jorge y esperando que llegara la ambulancia para llevárselo al hospital. Yo no sabía qué hacer así que llamé a sus padre y, mientras estaba hablando con ellos, llegó la ambulancia y se nos llevó a mi y a Jorge hacia el hospital.
Cuando llegamos, me hicieron quedar en la sala de espera mientras los médicos lo visitaban. Poco tiempo después llegaron sus padres y les expliqué lo que había pasado. Yo les dije que me sentía culpable y ellos dijeron que yo no tenía culpa alguna, que eso sólo era culpa del que lo había hecho, que yo enseguida les dije quién había sido y ellos llamaron a la policía para denunciar lo que había ocurrido con su hijo.
Estuvimos esperando noticias del médico durante muchas horas. Yo no me separé en ningún momento de la madre de Jorge; su padre nos traía cosas para comer, pero no nos entraba nada.
De repente, salió el médico y a nosotros el corazón nos dio un vuelco, la verdad, pero las noticias que traía eran buenas. Jorge se estaba recuperando, lo único es que había perdido mucha sangre y que estaba estable. Sólo podían entrar a verle dos personas así que les dije a sus padres que entraran ellos a verlo y que yo ya lo vería en otra ocasión.
Cuando sus padres estaban dentro, Jorge recuperó el sentido y su madre, al verlo, se echó a llorar; su padre no se pudo contener y le pasó lo mismo. Él los vio y les dijo que no se iban a deshacer de él tan deprisa, que tenía mucha cuerda.
Yo lo estaba esperando fuera y de repente salió su madre a decirme que se había despertado y que quería verme, así que entré corriendo y sus padres se esperaron fuera.
Cuando entré yo también me eche a llorar no lo pude contener y él al verme me cogió de la mano y me dijo que no pasaba nada, que él estaba bien gracias a mí. Yo en ese momento no le entendí, así que me lo explicó. Me dijo que si yo no hubiera llamado a una ambulancia pues que se habría desangrado y hubiera muerto allí mismo; además me había quedado todo el rato a su lado para la hemorragia y que eso la verdad es que Jorge me lo agradeció tantas veces que al final le tuve que decir que se callara porque yo eso lo hice porque le quería mucho y no quería perderle.
Al cabo de una media hora de estar en la habitación entró la enfermera para decirme que se había acabado la hora de visitas y que si alguno se quería quedar a dormir con él lo teníamos que decidir y decírselo a ella.
La madre de Jorge se quería quedar, pero estaba muy cansada y su padre no podía porque por la mañana se tenía que ir a trabajar, así que les dije que a mí no me importaba quedarme a dormir porque yo por la mañana no tenía nada que hacer. Ellos me lo agradecieron y se fueron, pero antes de irse la madre de Jorge me dijo que ella vendría lo más pronto posible y yo le respondí que no hacía falta, que podía tomarse todo el tiempo que necesitara que yo no tenía prisa.
Y aquí me encuentro yo después de tanto tiempo sentada al lado de una camilla con el chico al que quiero Jorge.
Por la noche, después de traernos la cena y después de cenar, nos pusimos a ver un rato la tele y a hablar de qué haríamos los dos juntos cuando él saliera de aquí. Empezamos a decir cosas sin sentido al principio, pero después se nos ocurrieron muchas más con algo más de sentido, como, por ejemplo, ir a la playa, a la piscina, a comer los dos solos por el monte y muchas cosas más.
Al rato Jorge se quedó dormido y a mí tampoco me costó mucho, aunque el sueño profundo no lo acababa de coger porque la butaca era muy incomoda. Poco a poco me fui quedando dormida. Pero de repente un fuerte golpe me despertó. Era Mario que se había colado en la habitación. Me levanté de golpe y fui hacia él y le dije que se separara de la camilla, que ya no quería más problemas. Él paso de mí y se dirigió hacia los tubos donde estaba el suero, la sangre y todo lo demás. Yo enseguida fui a pulsar el botón para avisar a las enfermeras, cuando se despertó Jorge y lo vio allí cogiendo una de las agujas de la bandeja de material para inyectarle alguna cosa. Yo pulsé el botón y después fui corriendo a detener la mano de Mario para que no tocara a Jorge. Pero la cosa se torció un poco. Yo para detener a Mario puse mi brazo delante de la jeringuilla y Mario me la clavó a mí.
De repente entró la enfermera con un policía y cogieron a Mario y se lo llevaron de la habitación. Yo me encontraba bien, pero de golpe me derrumbé contra el suelo. La enfermera me tumbó en la camilla de la misma habitación que Jorge y se fue corriendo a llamar a un médico. Yo todo eso lo sentía y lo oía, pero de repente no me enteré de nada más.
Pocos días después de ese accidente, me desperté en una camilla llena de tubos y bolsas y no sé cuántas cosas más. Giré la cabeza y vi que a mi lado había otra camilla, pero lo que no acababa de reconocer era lo que estaba tumbado en ella. Acabé de abrir los ojos y vi a Jorge mirándome y comprobando si estaba bien.
Cuando lo vi de nuevo y vi que estaba bien, me alegré y en mi cara se dibujó una gran sonrisa y en su cara también ocurrió lo mismo; supongo que debía de estar contento de que estuviera bien. Le pregunté que era eso que Mario me había inyectado en el brazo. Al principio no me lo quiso decir, pero se lo acabé sacando. Se ve que era un tipo de sustancia que mataba en el acto a una persona que estuvieran enferma, pero a mí, como estaba sana, no me pasó nada. También le pregunté si lo habían detenido; me dijo que se lo había llevado a un centro de menores, donde se pasaría los próximos tres años.
Unos días después salimos los dos del hospital y cada uno se fue a su casa unos cuantos días con nuestras familias y para recuperar las fuerzas.
Pero eso nos duró poco porque nosotros queríamos estar junto y hacer todo lo que teníamos planeado y lo hicimos y estuvo muy bien. Fueron cosas que no voy a poder olvidar nunca jamás.
Jorge fue a la persona que más quise y quiero en estos momentos porque sí; ahora Jorge y yo tenemos 25 y 26 años y estamos casados y tenemos una hija muy guapa y nos va muy bien.
Pues esto es mi historia, una historia que tiene sus buenos momentos, pero también tiene sus malos momentos, todo hay que decirlo.
Pero hay una frase que no podré olvidar nunca y es aquella que dije la noche en la que Jorge estaba en el hospital y entró Mario por la puerta y pasó todo aquello. Fue nada más abrir los ojos después de estar inconsciente que vi a Jorge y dije: "Jorge te quiero mucho".
De Mario no he sabido nada más, sólo sé que salió del reformatorio y que se puso a trabajar. Pero lo que sí sé es que no nos ha vuelto a molestar, aún. Porque unos días después de volver de vacaciones estaba en la puerta de nuestra casa, pero eso es otra historia que os contaré en otra ocasión.
Hasta pronto, espero que nos volvamos a encontrar.
Magalí Mitjans

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