martes, 21 de julio de 2009

"El Monte de las Ánimas", de Joshua Pelegay (Segundo Premio Narrativa Bachillerato)


EL MONTE DE LAS ÁNIMAS


En el año 911, en un pueblo de la región de Holyland llamado Saxnäs, al Sur de Noruega, se libró una batalla entre cristianos y vikingos por la independencia de estos pueblos daneses, suecos y noruegos. Esta batalla tuvo lugar en una colina cercana a Saxnäs, donde el rey francés Carlos III el Simple, perdió la vida y la guerra contra estos pueblos nórdicos.
El tiempo fue pasando y con él iban en aumento el número de leyendas que se creaban sobre aquel importantísimo suceso; estas leyendas, debido a su contenido, fueron las que dieron el nombre a la colina: El Monte de las Ánimas. De todas estas leyendas que se contaban, la que más miedo creaba entre las gentes del lugar era la que contaba un viejo anciano de Saxnäs. Según decía, él había sido testigo de una masacre llevada a cabo por las almas de los cristianos asesinados en ese monte que habían despertado por la presencia de infieles a su alrededor; él había sido el único superviviente de aquel fatídico día de verano en el que se celebraban los cien años de la independencia de los cristianos. En el pueblo de Saxnäs, que por aquel entonces se llamaba Nodsinni, no hubo ningún superviviente, a excepción del anciano. Años después del suceso, llegó al lugar un pueblo nómada venido del norte, el cual se quedó a vivir a pesar de la insistencia del anciano de que no lo hicieran. Con el paso del tiempo fueron temiendo más a la leyenda, a excepción de un joven de veintidós años llamado Ordan, el cual se mostraba escéptico frente a todos esos cuentos y leyendas que se contaban, aunque no mantenía la misma postura frente a lo que podía haber después de la muerte.
Ordan era un joven campesino poco temeroso, pero no por ello más orgulloso ni engreído, sino más bien todo lo contrario, era discreto y tímido. No tenía padres y era poco querido en la zona. Estaba saliendo en secreto con Darna, la hija del herrero del pueblo, que tenía su misma edad; una bella mujer morena de pelo largo y liso recogido con una banda de color azul cielo. Tampoco tenía madre y siempre vestía un camisón blanco. Solamente se veían por las noches y algún amanecer en el Monte de las Ánimas para no levantar sospechas.
Como todas las noches y a la misma hora, ambos se dirigían al lugar de encuentro por diferentes caminos, ansiosos de verse sin sospechar que esa noche iba a ser muy diferente a las demás. Una vez llegaron a la cima se pusieron a soñar sobre el futuro que les tocaría vivir, sentados y apoyados uno sobre el otro junto a un joven ciprés. Estaban a punto de marchar cuando Ordan vio una luz de un blanco intenso en el bosque que se dirigía hacia ellos y, no supo por qué, enseguida le vino en mente la leyenda del anciano, así que cogió a Darna de la muñeca con todas sus fuerzas y corrieron hacia el pueblo por el camino más corto a toda prisa sin mirar atrás y sin temor a que les pudieran ver juntos. Una vez en Saxnas, Ordan acompañó a Darna hasta la puerta de su casa para asegurarse de que llegaba sana y salva. Ya en la puerta, Darna se dio cuenta de que había perdido su preciada banda y le pidió a él que fuera a buscarla para que su padre no notara nada. Por un momento, Ordna dejó de vivir sabiendo lo que le esperaba en el bosque si iba a buscarla, pero no pudo no hacer caso a la mujer a la que amaba ni permitir que descubriesen el secreto, a pesar de que tarde o temprano tendría que desvelarse; así que se armó de valor y corrió en busca de la banda haciéndose creer a sí mismo que todo era una ilusión, y prometiéndole que al alba la tendría.
A la llegada de la aurora, Darna se asomó a la puerta al ver que no llegaba y descubrió su banda ensangrentada en el suelo. Ella rompió a llorar y no pudo dejar de pensar en lo egoísta que había sido la noche anterior. Poco después, apareció detrás de ella su padre, el cual le preguntó, sin esperar respuesta, qué le pasaba. Con los ojos llorosos miró a los de su padre y no supo contestar, así que él se adelantó y le dijo que conocía su relación con Ordan. Ella se levantó y lo abrazó con todas sus fuerzas.
Aquella misma tarde hicieron el funeral, al cual sólo asistieron Darna, su padre y el sepulturero. Desde aquel suceso, ella no volvió a levantar cabeza.
Darna recordaba siempre las palabras que le dijo Ordan la última noche junto al ciprés. Le dijo que si algún día le pasara algo, su alma siempre reposaría en aquella fuente en la que se miraron a los ojos por primera vez. Así que allí iba cada atardecer por si él regresaba a verla en la oscuridad. La verdad es que el alma de Ordan siempre acudía al lugar. Todas las noches hasta el amanecer se sentaba junto a ella, le hablaba al oído y le rozaba la piel, y cuando se iba le pedía en silencio que regresara a la noche siguiente. Lo cierto es que Darna no sabía si estaba o le veía, pero lo que sí que sabía es que jamás le iba a olvidar.
Fue una noche de invierno cuando ella se durmió junto a un almez cercano a la fuente y el alma de Ordan entró en su sueño vestido de negro frente a una intensa luz blanca. Él le dijo que desde allá arriba, desde más alto de las nubes, podía ver más de lo que su alma era capaz de soportar; que no llorase por él porque su alma iba a estar siempre con ella; que estaba muy agradecido con que viniera a verle todas las noches al lugar que le prometió que él descansaría; que le destrozaba cuando se iba a la llegada del alba, pero que le llenaba al regresar con sus manos vacías. Por último le dijo que sabía que su muerte la había roto el corazón, pero que ella debía llegar hasta el final del camino y no pensar en que ya no iba a poder estar más junto a él, ya que su alma le acompañaría adonde ella fuese.
Al despertar de aquel sueño, tenía consigo la ropa de Ordan, su brazalete de cuero y el fino olor de su piel y comprendió que debía ser la última que debía pasar junto a la fuente.

Joshua Pelegay, 2º de Bachillerato de Humanidades

lunes, 20 de julio de 2009

"Una dulce amistad", de Ángela Serena (Primer Premio Narrativa 1º y 2º de ESO)


UNA DULCE AMISTAD

—Hola, Clara, soy Mercedes, tu médica, me gustaría saber cómo te encuentras.
Pero, se puede saber qué dice esta loca; la veo mover los labios, pero no la escucho; debo de estar dormida, aunque... si estuviera dormida, no la vería. Por cierto, ¿dónde estoy? —pienso—.
—¿Qué dices? No te oigo, ¡sólo oigo pitidos!— dije yo un poco alterada. —¿Dónde están mis padres? ¡Quiero verlos! Y también quiero ver a mi hermana.
Vi que la médica se iba con la cara triste y me dejaba con la enfermera, que me acababa de inyectar un tranquilizante; lo sé porque noté cómo se me cerraban los ojos, y de sueño no era porque me acababa de despertar. Bueno...., ya podía volver a soñar.
—Cariño, mi vida, soy yo, mamá.
—¡Mamá!,— grité toda feliz —¿cómo estas?
—Bien cariño, ¿y tú?
Mierda, ya estábamos otra vez con los pitidos de las narices, ¿es que no me iban a dejar tranquila?
—Mamá..., no sé lo que me has dicho, sólo oigo unos pitidos muy agudos, como si me fueran a explotar la cabeza y los oídos —dije yo un poco más tranquila.
A mi madre, se le ocurrió la idea de que en lugar de hablar íbamos a escribirlo, y lo primero que escribió fue:
“Clara, los médicos nos han dicho a tu padre y a mí, que debido a la fuerte infección de oídos que tenías ha podido dañarte el tímpano y te ha dejado sorda. Aunque tu padre y yo albergábamos alguna esperanza de que no fuera así, pero los pitidos lo dicen todo".
¡Qué! ¡Sorda yo!, no, no podía ser, ya no volvería a oír la dulce voz de mi hermana cada vez que me decía “te quiero”.
Me puse a llorar tanto que al final acabé durmiéndome y nadie me despertó. Sólo me despertó la enfermera para darme la medicación y, como me aburría en la habitación, decidí ir a dar una vuelta.
Nada mas salir de la habitación, vi salir a una chica llorando y dando tumbos sin saber a dónde ir. No sé por qué, pero me dio pena y, cuando la vi y descubrí que era ciega, me entró una gran necesidad de ayudarla, así que me armé de valor y fui a hablar con ella.
—Hola, soy Clara, me gustaría saber qué te pasa, pero hay un pequeño problema y es que soy sorda, pero, si hablas despacio, te podré leer los labios, así que, si quieres puedes empezar, aunque entendería que no quisieras contárselo a una extraña como yo.
Pero todo lo contrario, Marta, que así se llamaba ella, me contó, en su habitación, que por culpa de un accidente de tráfico había sido operada y algo debía de haber sucedido para que no fuera bien, dejándola ciega.
Cuando la madre de Marta llegó y vio a su hija volver a reír después del accidente fue una gran sorpresa para ella. Inmediatamente llamó a la enfermera para ver si podían ponernos juntas, y ésta accedió.
Al cabo de unas tres semanas aproximadamente nos dieron de alta a Marta y a mí. Pero lo duro empezaba ahora, teníamos que adaptarnos a una nueva vida y dejar atrás la vida que habíamos llevado hasta ahora.
Las familias decidieron buscar un Centro donde pudiéramos estar juntas. Como éramos de distintas ciudades, tuvieron que ir a la capital, donde había colegios adecuados para nosotras y podíamos compartir la misma residencia.
Luego en el colegio empezó lo peor porque nos sentíamos un poco desorientadas y no sabíamos desenvolvernos muy bien. Pasaron los días y nos fuimos adaptando a la nueva manera de vivir.
Dejamos una vida atrás, pero una nueva nos empezaba y estábamos ilusionadas porque nos unía una gran amistad y esto nos ayudaba a superarnos día a día.

Ángela Serena, 1º C

"Camino hacia la esmeralda" (Segundo Premio Narrativa, 1º y 2º de ESO)


CAMINO HACIA LA ESMERALDA

Hace miles de años, o más... , en un país llamado Ferlondon en una casita, que se podría llamar moderna, vivía un joven aprendiz de mago de 20 ó 22 años, llamado Orlaf, al que habían encomendado tres peligrosas pruebas para ser mago de la cohorte de Elduwin (una provincia). La primera debía regresar al pasado y salvar a la gente de Ferlondon del terremoto; Orlaf sabía parar un terremoto, pero no sabía viajar al pasado y se quedó mirando al lago tristemente.
De pronto alguien le quiso robar de un tirón y lo tiró al agua y perdió el conocimiento. Al momento de volver en sí lanzó un conjuro y una bola lo protegió del agua. Cuando salió del lago vio a gente conocida que había muerto, ¡había viajado al pasado!
Pasaron unos días hasta el terremoto y con un conjuro, que le costó lo suyo, consiguió que no se produjera el terremoto.
De pronto despertó, todo había sido un sueño.
Cuando fue a decirle al rey que no lo había conseguido, el rey lo felicitó por su hazaña y él, todo Contento, continuó con la segunda prueba.
La segunda consistía en hacer renacer el Bosque Incendiado, que fue la más fácil. La última fue terrorífica, nadie la había conseguido: el Cofre de La Esmeralda, que mataba a hombres por placer, y él tenía que entregársela al rey.
Orlaf se puso en camino hacia el bosque de Rcnar, donde reinaba el mal, Atemorizado y Rodeado por la niebla, descubrió algo que brillaba, era una cajita, en cuyo Extremo se leía: "sólo personas de buen corazón podrán apoderarse de este cofre y Esmeralda". Orlaf lo cogió y lo llevó ante su rey, que puso una cara de ambición terrible. Él Entendió para qué quería la caja de la esmeralda y utilizó un hechizo de invisibilidad y escapó Bien lejos de allí.
Escondió la caja de la esmeralda donde nadie la pudo encontrar.

Escrito por Orlaf, aprendiz de mago.

Fin de la historia...

Jesús Coscolla, 1º C

"El barrio chino", de Jessica Frain (Primer Premio Poesía 3º y 4º de ESO)


EL BARRIO CHINO


Queríamos ir al barrio chino
para visitar al adivino.
Entre el barrio chino y el instituto
quedaba una valla, y un enorme muro,
que de nombre recibía
«La muralla china».

Pero teníamos un grave problema,
las horas restantes eran el dilema;
pero decidimos irnos igualmente.
Nos levantamos y nos fuimos,
llegamos hasta el patio sigilosamente.

Y de repente ¡pum!, apareció un profesor
al que todos llamamos Tirano el dictador
y dijo: "Está prohibido saltar la valla".
Así que, para variar, trepamos la muralla.

Al otro lado era otro mundo,
vivos colores, dragones bailando.
Cuando nos dirigíamos a buscar al predicador
nos bloqueo el paso la banda
y yo me tropecé con la batuta del director...

...que abrió la boca y chilló con voz de soprano
y se giró y vimos que, ivaya!..., ¡era el tirano!
"Está prohibido...” empezó de un gritón.
Asustados, nos escapamos por un callejón.

Llegamos hasta la casa del sabio,
el viejo llevaba el nombre de Octavio.
Nos abrió la puerta y dijo: "Pasad".
Nos había estad esperando.

Nos dirigimos todos a la sala de estar,
sacó su bola cristalina y se puso a mirar.
Dijo: "Veo, veo... ".
Preguntamos: "¿Qué ves?"
Contestó: "Un profesor con cara de estrés".

Y de repente, ¡pum!, explotó el adivinador
Y en su lugar estaba... ¡Tirano, el dictador!
Abrió la boca y dio un bramido:
“Os he dicho que esta prohibido... ".
Pero entonces le interrumpió al profesor
el estruendoso pitido que causaba mi despertador.

Jessica Frain, 3º B