El primero se hizo una casa, bien fea por cierto, de barro, pero parecía un montículo de tierra, behind the musgow. Entonces el segundo preparó ensalada. El tercero estaba en la casa del primero, el segundo se fue a dormir a la playa, y el primero a la casa del tercero, que era de plástico de embalar.
A la mañana siguiente, el primer cerdito calentó una sartén en una hoguera, y el segundo comenzó a hacer una casa con ramas que traía el viento de aquellos lares. Pero un árbol trajo un i-pod, y allí se quedó jugando.
El tercero rehizo su casa con piedra, pero la entrada del perro era pequeña, y girar el pomo, imposible. Así que construyó una chimenea tamaño lobo, e hizo bajar por ella al gato cósmico Doraemon, que se había casado con el gato Félix. Entonces, del cielo cayó una casa con una niña dentro que decía que estaba en Oz. Pero el cerdito puso una bomba en su casa y se quedó la de la niña, que le gustaba más.
El segundo cerdito terminó por fin su casa de ramas de madera, y el presupuesto le dio como para comprarse un lanzallamas, pues era un pirómano. Colgó en la pared una diana y lo probó. Dio en el centro, sí, pero también en las paredes, en el techo, en el suelo y al cartero que pasaba por allí. Se tuvo que rehacer la choza, y construyó una chimenea en la que metió un bidón de gasolina que encendió para calentarse, pues, como ya se ha dicho, era pirómano. Después metió en un baúl toda la pirotecnia y decidió echarse una siesta.
A la mañana siguiente, ya tenía cada cerdo su casa, pero al lobo de Oz (no confundir con el lobo Feroz) le dio por robar cestas de merienda cual oso Yogui y meterse en la cama de los demás mientras dormían. Como la casa del primer cerdito (la de barro) no tenía más advertencia de su existencia que el cartel publicitario de “Pasta dentífrica dientesanos”, y el lobo no sabía leer, al pasar por encima de el “montículo” se cayó por el agujero que era la puerta, que era una chimenea tamaño lobo, y se clavó en todo el […] la colección de “lanceros de plomo”, que tenían en cada lanza un explosivo, pues eran regalo del cerdito pirómano. Como pensó que era una trampa, salió corriendo por un agujero que hizo en un muro con una lanza del lancero, y ya que estaba, se la llevó.
Al día siguiente, el lobo de Oz atracó con ella dos bancos y un supermercado. Cuando ya estaba desafilada por el uso de pinchar en el objetivo, vio algo ardiendo. Era el segundo cerdito y su intento fallido de mezclar gasolina super con alcohol de 100 grados y una cerilla encendida. El lobo de Oz fue a apagar el incendio, pero pisó la colección de chinchetas "pa’rriba" y salió corriendo. Entonces pisó el detonador cuyos explosivos tenía metidos por eeeeeeeeel […] y la explosión lo propulsó hasta la casa del tercer cerdito. Cayó justo encima de la colección de estacas clavadas en el cemento con la punta "pa’rriba". Al igual que en las otros casos, y para abreviar la historia, rompió hasta la última piedra de ese edificio.
Los tres cerditos se disponían a pegar al lobo de Oz, cuando éste invocó a su Patata de Agua y a la legendaria Patata de Rama; estas mordieron a los tres cerditos hasta envenenarlos con un hechizo de lentitud. Una vez hecho esto, el lobo de Oz pinchó a los tres cerditos, los cocinó y se los comió. Pero una lanza de hierro de un soldadito de plomo se clavó en el estómago del lobo y así murieron todos.
Luego volvió la niña de la casa voladora con Ricitos de Oro y pasearon hasta el país de Nunca-Jamás, donde conocieron a Aladín, que las llevó a Irlanda de vacaciones.
Y colorín colorado, este cuento c'est fini.
Néstor Villarroya (2º ESO B)
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