EL FINAL DE UNA NANA
Si pudieras conocer el destino, todo lo que ha ocurrido y lo que aún está por venir; ¿cómo te sentirías?
Hace mucho tiempo, nació un muchacho capaz de alcanzar las hebras que el destino tejía. Sólo tenía que colocarse ante un libro, abrirlo, y leer. En el momento en el que las letras cruzaban su visión, empezaba a tejerse el tapiz que le permitiría ser conocedor de los más oscuros secretos del porvenir.
Como si fuera un sueño común para todos, las predicciones de ese chico se hacían realidad. ¿Qué es lo que veía? Sólo él lo podía saber. Su secreto fue conocido a lo largo y ancho de todo el mundo y el joven fue arrancado de su vida y obligado a vivir una muy diferente, con el único objetivo de guiar a todas las personas, garantizándoles una vida tranquila y libre de imprevistos; y desvelando los eventos que serían próximos para todos aquéllos que alguna vez le preguntasen.
…
Morirás a la edad de dieciséis años.
"Y con la ayuda del maestro Lían, hoy también será un día bueno y seguro."
"Basura, todas estas personas no son nada más que basura." Murmuré fijándome en sus estúpidas y ridículas caras, viendo cómo adoraban algo que sólo les va a llevar a su destrucción. ¿Seguirían adorando esta desgracia incluso cuando sea la dictadora sus últimas palabras?, ¿incluso cuando suene la campana anunciando el final de toda una vida echada a perder? Este mundo no es nada más que un montón de sucia basura.
Está nevando. Los ligeros copos de nieve que caen del cielo sumergían el mundo bajo una capa de blanco. Moviéndose como los pétalos de las flores que bailan con el viento en la última primavera, así de frágiles y suaves caen hasta que llegan a la tierra. En la distancia podía ver nubes oscuras avanzando lentamente, engullendo zonas blancas en una sombra leve; pero era casi inapreciable en su reflejo brillante y aparentemente impecable. Cielos más o menos despejados reinaban sobre la ciudad en ese momento, y podía ver algunas estrellas brillando con intensidad en el firmamento y en las aberturas entre las nubes, de un suave matiz escarlata. Una estrella fugaz pasó rápidamente ante mi vista pero ni siquiera me molesté en pedir un deseo. ¿Para qué desear, cuando el destino ha decidido mi futuro por mí, y yo conocía ya mi final? Recuerdo que hace mucho tiempo, cuando era joven e ignorante; alguien me contó que la nieve son las lágrimas de los ángeles, que caen a la tierra desde lo más alto de los cielos empíreos. Pero esto, como mi sonrisa al observar los caprichos del destino, es falso. Echo un vistazo fuera a la nieve que cae, mientras lentamente mi mano se apoya en la parte baja de la ventana. Murmuro silenciosamente ignorando mis temblorosos dedos y el frío amargo del cristal.
"El año que viene ya no estaré aquí. Esta nieve que veo helada en mis ventanas y cayendo del cielo reposará sobre los ojos de mi cuerpo, cerrados eternamente. Nunca más la volveré a ver."
…
¿Cuántos días quedan ahora? Sé que es menos de un año. No estaré vivo el próximo' invierno. No estaré vivo la próxima vez que nieve.
Puedo sentir mi puño y mis dedos cerrándose mientras contemplo mi propia mortalidad. Ignorando mis pensamientos persistentes miro más allá de las escaleras, hacia la ciudad.
Chispeantes luces de colores medio cubiertas de nieve decoran las calles, alineadas en los marcos de las puertas, los de las ventanas, en los tejados... Por todas partes. Estas personas, esta escoria, están felices e ignorantes, merodeando con expresiones sonrientes y sus bufandas abrigándoles por encima de la nariz. Esta escoria debe de estar disfrutando el día seguro y sin imprevistos que les aseguré esta misma mañana. Están correteando por todos lados, sosteniendo muchos tipos de paquetes, y felicitando a los otros individuos con los que se encuentran...
¿Por qué hay tantas luces brillantes? ¿Y verde, y rojo, y otras muchas decoraciones festivas? Puedo oír música sonando tenuemente desde donde estoy, a través del cristal de mi dormitorio en lo más alto de la catedral. Miro apáticamente mi reflejo mientras me alejo del cristal y doy la espalda a las festividades de la ciudad de abajo. Mis párpados descienden sobre mis ojos mientras la melodía continúa resonando en mi memoria. Recuerdo esa canción.
La puerta de mi habitación se abre. Una voz tímida se oye detrás del marco de la puerta.
"¿Lian? ¿Se encuentra bien? Siento mucho molestarle." Abro mis ojos mientras la veo entrar y cierro la puerta tras ella, silenciosamente. Me sonríe, a pesar de que a través de sus ojos puedo ver que está preocupada y confusa. Está cavilando algo en su mente.
"Aria, acércate." Ignoro su pregunta y hago un gesto hacia la ventana. Veo cómo ella se asoma tras el cristal y hace pasar el brillo de las luces. Sonríe, y por alguna razón me siento menos vacío, menos indiferente con el mundo. Esta extraña alegría... Sonrío en mi fuero interno ante su inocencia, la mente de mi asistenta no sabe absolutamente nada sobre los caprichos del destino. Hace mucho tiempo que decidí mantenerla alejada de esta desgracia, evitar que se convierta en lo mismo que todas esas personas que dependen de mi lectura para vivir. "Aria", le digo. Ella se gira y su largo cabello caoba fluye tras ella mientras me mira, y centra sus ojos escarlata sobre mí. Reparo en ellos y me sorprendo a mí mismo sonriendo mientras hablo. "Quiero que vengas fuera conmigo, es tu tarea como asistenta."
"Sí, ¡por supuesto! Donde quiera que vaya, no me separaré de usted." Ella me sonríe. Su cara resplandeciente me hace sonreír a mí también. Es irónico; sé que ella tiene que venir conmigo y seguir mis órdenes. Después de todo, ella es mi asistenta; y debe acompañarme y evitar a toda costa cualquier situación peligrosa por mi seguridad.
"Está bien, ve a coger tu abrigo y nos marcharemos. Nos reuniremos en la entrada en diez minutos, entendido?"
"Sí, ¡por supuesto! Haré todo lo que usted me pida." Ella se da la vuelta para salir de mi habitación, pero antes de girarse, una expresión confusa aparece pintada en su cara. La ladea levemente cuando dice, "Señorito Lian, fuera... ¿Por qué hay tantas luces?"
Navidad... ¿Cómo podía olvidarlo? Esa canción... ¿Cuándo había sido la última vez que había celebrado la Navidad? Tuvo que ser hace mucho tiempo... Toda esta celebración es basura, como todo este mundo. Familias, amistad, amor... No creo que ni siquiera me acordase de reconocer su existencia el año pasado...
Después de todo; ¿qué es la Navidad sino otro día más para golpearme en la cara con la realidad de una muerte inminente y mi propio final?
La nieve caía con más fuerza, los blancos copos de cristal ganaban en tamaño. Las nubes oscuras se habían cernido sobre la ciudad sumiéndola en sombra, sin embargo, las luces claras y coloridas disipaban las sombras y la nieve bañada en su luz brillaba en el reflejo de muchos de los colores festivos. Podía sentir la helada respiración del viento ondeando entre mi pelo, pellizcando dondequiera que mi piel descubierta estuviera sin cubrir, incluso a través de mis ropajes. Las gotas cristalizadas de agua pura llegaban hasta mis tobillos, casi hasta las rodillas. Podía sentir mi desgraciado cuerpo resistiéndose a funcionar. Pero ignoré sus protestas. "¿Lian, tiene frío?" Miré hacia donde estaba la chica, a mi lado. Sacudí la cabeza y me giré, observando a lo lejos una ventana abierta donde un árbol de navidad permanecía decorado cuidadosamente con luces y ornamentos, encabezado con una estrella. Bajo las largas ramas del abeto había cajas, envueltas en colorido papel festivo coronado con cintas y lazos. Podía ver una familia unida sentada: un padre, una madre, y un niño... Estaban todos acurrucados bajo una cálida manta de lana gozando del calor del fuego, que chisporroteaba.
¿Por qué no soy como ellos? ¿Por qué estoy solo? ¿Por qué no tengo una familia? ¿Por qué?
¿Por qué tuve que convertirme en esto, precisamente yo...?
Recuerdo... celebrar la Navidad... hace mucho tiempo... Recuerdo decorar un viejo y desarreglado árbol, con sus ramas de abeto rompiéndose y cayendo de cualquier lugar donde mis dedos o mangas tocasen la delicada rama. Algunas veces hice adornos arrancando páginas de los viejos libros que los Maestros me dijeron que leyera. Se enfadarían mucho conmigo, pero no me importaba... No lo entendía... Quería ser como las familias que había estado observando desde fuera a través del cristal de las ventanas de la ciudad.
Ahora estaría de pie, vería los cielos claros buscando una sombra, y pidiendo deseos a las estrellas fugaces...
...y solía tocar esa canción... No recuerdo dónde la aprendí, pero la tocaba cada vez que era Navidad... Hasta que...
...y solía tocar esa canción... No recuerdo dónde la aprendí, pero la tocaba cada vez que era Navidad... Hasta que...
"¿Lian?" Salí de mi recuerdo y volví al cruel presente. De repente me hice consciente de mis manos temblorosas, expuestas; y de las suyas cerradas firmemente, envolviendo las mías propias. Sus grandes y luminosos ojos vieron a través de los míos, y entonces pude ver la preocupación que en ellos guardaba. Pude sentir su tenso abrazo sobre mis manos desnudas, y ver sus labios fruncidos con preocupación. No le pegaba, no cuando la recordaba bailando alegre entre pétalos que caen, y sus ojos y su cara radiantes a la luz del sol, y su también su preciosa risa resonando a través de los frondosos valles verdes. Le sonreí antes de alejarme de su mirada, y también de la ventana abierta. Murmuré silenciosamente en el viento, mientras cerraba los ojos recordando de nuevo,
"Siento haberte preocupado, Aria. Sólo estaba recordando."
Me miró sin terminar de entenderme.
"Volvamos ya a la catedral, la nieve se está haciendo más espesa."
"Vale, Señorito Lian... "
Volvimos a la catedral, que aún estaba penumbrosa con su silencio y vacío. Las velas habían sido encendidas para darle a la catedral un aspecto más festivo, aunque también para conseguir una decoración menos fría y más agradable, adecuada a ojos de las personas. Mientras, pasaba la mirada por la habitación, fijándome desde el reflejo del manto de nieve en la calle hasta llegar a la penumbra de la catedral.
¿Por qué estoy solo?, ¿Por qué no tengo a nadie?
¿Por qué?
Veo a los maestros detrás mientras van de un lado para otro exclamando palabras incomprensibles para los demás.
Me siento en el suelo sujetando el libro que he tomado de la biblioteca, el sitio que menos me gusta. Siempre estoy solo allí. Allí o en mi habitación, condenado por mi cuerpo débil y decadente. Todos los días me fuerzan a leer innumerables textos, buscando significados, encontrando nuevos sucesos, ignorando mis sentimientos al saber todo lo que ocurre en la tierra, y a su vez, mi propio final... Mis ojos se vuelven borrosos a medida que me esfuerzo para descifrar la escritura a mano, tan minúscula. La pila de libros que tengo detrás es tan alta que casi sobrepasa mi propia altura. No tengo otra cosa que hacer que leer y leer.
Leer hasta que...
¿Por qué?
Veo a los maestros detrás mientras van de un lado para otro exclamando palabras incomprensibles para los demás.
Me siento en el suelo sujetando el libro que he tomado de la biblioteca, el sitio que menos me gusta. Siempre estoy solo allí. Allí o en mi habitación, condenado por mi cuerpo débil y decadente. Todos los días me fuerzan a leer innumerables textos, buscando significados, encontrando nuevos sucesos, ignorando mis sentimientos al saber todo lo que ocurre en la tierra, y a su vez, mi propio final... Mis ojos se vuelven borrosos a medida que me esfuerzo para descifrar la escritura a mano, tan minúscula. La pila de libros que tengo detrás es tan alta que casi sobrepasa mi propia altura. No tengo otra cosa que hacer que leer y leer.
Leer hasta que...
Suspiro mientras subo por los empinados peldaños de las escaleras quedándome en las sombras, escondido de la vista de los Maestros y de los curas. Alcanzo mi destino. Mis manos rozan la fría superficie del marco mientras tiro levemente contra la puerta pesada. Mis ligeros, expertos dedos palpan buscando el botón de la luz. Mi mano lo alcanza; sitúo el botón, lo pulso.
La luz se filtra en mi habitación. Echo un pequeño vistazo mientras distingo los muebles de color blanquecino, la ventana por la que solía contemplar el patio, cerrada; la nieve arreciando en el exterior. Mi cama, mi escritorio, muchos papeles ordenados en las estanterías y una gran agenda plagada de horas que debía dedicar a esa estúpida lectura. Una gran responsabilidad que recaía sobre mí, y que yo no había escogido en ningún momento. Al fondo de todo, ese viejo piano que solía tocar aún cuando mis dedos estaban fuertes.
"¿Señorito Lian?" Me giro y sonrío a mi auxiliar personal antes de deslizarme una vez más sobre las antiguas teclas. Mis dedos no están preparados y todavía tiemblan cuando los acomodo sobre éstas, frías. Hago caer unas pocas notas, el principio de la nana que aprendí hace mucho tiempo, cuando todavía era ignorante de mi destino y de mi deber. La nana, como si al contacto consiguiera liberarse de unas cadenas de plata, abandona fácilmente mis dedos a medida que toco más rápido y a mayor volumen. Todavía me acuerdo. Las teclas de marfil son más pesadas de lo que recordaba, seguramente por la antigüedad del teclado o por mi propia debilidad. Mis dedos permanecen inseguros y más débiles que hace todos esos años, pero todavía son capaces de planear sobre el teclado. Las notas, la melodía todavía suena pura como el cristal a pesar de la antigüedad del instrumento. Puedo oír los ecos de la inquietante melodía llenando la habitación, trayéndola a la vida una vez más. Cuando toco por último las notas restantes, escucho unos aplausos detrás de mí y me siento recompensado por una amplia sonrisa.
"Lian, ¡ha sido impresionante! ¿Cómo lo ha hecho?" Ella me sonríe y me siento a mí mismo olvidar que mis dedos tiemblan mientras tomo suavemente su mano derecha. La dirijo a las teclas lisas y coloco sus dedos ligeramente en posición. Ella la mantiene torpemente mientras me mira, confusa pero solícita. Entonces elevo mi mano derecha sobre la de ella, una octava por encima, y comienzo a tocar el principio de la nana lentamente, una nota cada vez, y una pausa en la que ella se esfuerza e imita mis dedos. La guío mientras toco, empieza a familiarizarse y a sentirse más cómoda.
Levanto la mirada mientras ella toca el principio de la melodía con una mano. Sobre sus ojos las cejas se fruncen, denotando concentración. Poco después toco otra vez, ahora junto a ella, y juntos escuchamos las notas alzándose libremente en la habitación. Mis dedos cada vez más temblorosos suplican que me detenga, y finalmente decaigo y acepto sus ruegos. La última nota resonante del preludio marca el final de la pieza. Y cuando el eco desaparezca, silenciosamente la melodía de la nana morirá. Entorné mis ojos en la palidez de mis manos, y alcanzando a ver mi lívido reflejo y mis fríos ojos verdes sobre el cristal de la ventana, congelado, comprendí que no podría volver a tocar otra vez.
Estoy sentado otra vez en mi habitación, solo y mirando por la ventana. Mi cabeza apoyada sobre una mano mientras observo en la distancia los copos de nieve que reflejan un millar de arco iris en el esplendor de la luz. No hay dos iguales, son todos diferentes sin importar cuán similares pueden verse y aunque parezcan idénticos los unos a los otros. Hoy es Navidad y es la última Navidad que tendré nunca. Es una fiesta celebrada por esa escoria. Qué irónico es que aunque vaya a morir, esto no supondrá ninguna diferencia para estos trozos de basura. Qué estúpido, que aunque yo desaparezca, seré sustituido. Entonces nadie notará la diferencia.
Menos de un año. Queda poco más de medio año de vida. El momento se está acercando... Desapareceré completamente de este mundo.
"¿Señorito Lian?" Mis oídos lo perciben en cuanto me giro hacia la puerta. Está abierto y ni siquiera había reparado en sus pasos aproximándose. "Tengo algo para usted... " Sostiene un pequeño paquete envuelto en el mismo papel bonito que vi a pies del árbol de aquella familia. Está decorado toscamente con un listón y un lazo.
" ... " Silenciosamente acepto su paquete. Se arrodilla ante mi asiento y observa con sus profundos ojos mientras lo abro con cautela. Lo saco, lo sostengo en mis manos y sonrío ante el pequeño mecanismo mientras le doy cuerda. La melodía, familiar, comienza a fluir a través de mi cuarto bañado en la sombra. Abro la boca para hablar, pero repentinamente me interrumpe.
"Es su regalo, Señorito Lian, porque quiero celebrar la Navidad únicamente con usted." Me hundo en sus ojos inocentes y lo único que siento dentro es calidez. Me levanto y aparto la mirada de ella mientras me dirijo a la ventana y observo la nieve.
"Aria... Gracias, pero no tengo nada para ti. ¿Cuál sería tu mayor deseo por Navidad?" Yo sabía perfectamente cuál sería el mío. Sería que mi persona pasase desapercibida y nunca más volviera a ser capaz de leer el porvenir ni conocer mi propio final. Mi deseo sería no tener que vivir esta vida ahogada en la desesperación y no haber presenciado nunca la cuenta atrás hacia mi propia muerte... Mi deseo sería no desaparecer tan pronto.
Entonces percibo sus pequeños brazos envolverme firmemente por detrás. La oigo susurrar silenciosamente, su templada respiración se acaricia contra mi oreja:
"Quiero que sea feliz... y quiero estar siempre junto a usted, Lian."
" ... " Miro hacia la ventisca arreciando tras mi ventana y le digo pausadamente: "Si voy a desaparecer de este mundo para siempre, te lo diré de antemano... "
Me mira. Sus ojos escarlata recaen sobre los míos y descubro que mis temores son ahora los suyos. Puedo oír su voz suplicante ahogándose en la amargura de una realidad que no quiere aceptar.
"No... Yo no... ¡Yo no quiero que desaparezcas! Sea tu deber o sea el destino, no me importa, quiero que estés conmigo... Sólo tú, Lian, ¡siempre! No quiero estar sola nunca más... " Puedo sentir sus lágrimas saladas a través del tejido de mi camisa. Su abrazo, entonces, se vuelve más tenso.
¿Sola? ¿Nunca más?
Me agacho mientras su abrazo disminuye y continúa llorando. La envuelvo contra mi cuerpo y extiendo mis dedos temblorosos, apartando una lágrima derramada de su mejilla. Abre sus ojos y de repente me agarra, presionándome firmemente contra su pequeño cuerpo. Puedo sentir que sus delicadas manos cerradas sobre mi espalda no quieren dejarme ir.
"No desaparezcas... por favor." Me lo ruega. Permanezco impasible, mirando con apatía hacia la esquina más oscurecida de mi habitación. Unos segundos después le respondo.
"Sólo estaba bromeando... No me hagas caso." Su abrazo se vuelve más firme mientras me mira con sus ojos escarlata, atravesando los míos, que encarnaban las esmeraldas. Sonríe levemente, lágrimas siguen brotando de sus ojos.
"Hasta entonces, no importa el qué, deja que esté siempre a tu lado, Lian... Por favor... Por favor... Por favor... " Su sonrisa y sus ojos se dirigen a mí... y sonrío también cuando cierro los míos y asiento.
"Sí."
…
"Incluso si mi yo real muere pronto, desapareciendo completamente de este mundo..."
... Es tan dulce...
"Porque con la ayuda del maestro Lian, ¡hoy también será un día bueno y seguro!"
Andrea Subirá, 1º de Bachillerato de Humanidades