0, blanco; 1, azul; 2, amarillo; 3, verde; 4, negro:
siempre os tenemos cerca y os usamos con desparpajo,
nunca pensamos al hablar y, si lo hacemos, perdemos el tiempo.
Una guerra del pensamiento con el dolor cercano…
0, blanco, la nada, el cero por ciento, el espacio vacío
de los corazones rotos, ni calor ni frío, ni arriba ni abajo,
ni mucho ni poco, una guerra…el miedo enmascarado por el valor…
El 1, solo azules, un mar cristalino, ausencia
de ruido y de vida, solo un componente en el paraíso acuático,
que es una guerra de terror; si los niños duermen en la cama,
es porque hay hombres que lo valen lejos de los suyos.
2, dimensiones necesarias para tener un papel, plano
sobre el cual el poeta desahoga su cólera, fuegos perpetuos,
amarillos intensos, ondeantes en cuerpos humanos
en movimiento en una continua tragedia de ruidos
y una orquesta de llantos en un solo verso.
3, el verde del azul más el amarillo, los tres cerditos,
las tras mellizas, tres tristes tigres, dimensiones irreales
en el cerebro del pensador de dos manos derechas y un solo ojo,
que llora sangre negra por el dolor de su esposa que no tiene hijos:
se los quitaron y mataron por cosas que no hicieron.
4, el negro, todo a la vez, la batalla de colores que llega
a su clímax, el poeta manco, el francotirador ciego
y los amantes sin corazón, ¡qué vida la mía!, y yo sin saberlo;
nunca otro supo entenderlo mejor, pero yo mismo escupo
en estos versos escritos en este vertedero de basura.
Desde siempre lo supe y es muy cierto: no hay peor maldad
que la de los colores. El poeta perfeccionista que usa
papel negro y sin tinta escribe, un mar de fuego en una guerra
inacabada, sin más armas que las diferencias y el odio de la desigualdad,
sin compasión al escribir y sin cantar se quedará al final de los corazones,
de los llantos en un mar eterno, pero sin tiempo para decir...
Néstor Villarroya (2º de ESO, B)