—¡Socorro, socorro!, ¡mis alumnos se han escapado del Instituto! —gritaba por los pasillos.
Todos los demás profesores corrieron hacia el exterior del recinto escolar, pero él les dijo que era una broma.
A la semana siguiente, repitió la misma broma y volvió a pasar la misma situación.
La última semana del curso, los alumnos no asistían a sus clases; el profesor avisaba a sus compañeros, pero nadie le hacía caso.
Y por culpa de la broma estuvo una semana sin dar clase.
Nacho Castro